martes, 14 de febrero de 2012

LA GEOGRAFÍA QUE ME PARIÓ



 EDUARDO JOSÉ ESPINOZA ZAPATA

Nacido en la geografía Deltaica, Sociólogo y Psicólogo Social, egresado de la Universidad del Zulia.
Escritor y Poeta ingenuo, surgido de la legión de Poetas jóvenes en los años 80 en las calles del empedrado de Maracaibo.
En los actuales momentos, está dedicado a las aulas universitarias en la Universidad Politécnica Territorial Delta del Orinoco de Tucupita y a la construcción de artículos de opinión.
De Filosofía Escéptica, con una gran carga de desanimo al elogio.


 
LA GEOGRAFÍA QUE ME PARIÓ

Soy nativo de una Aldea pegada a la región selvática. Una tierra de tarjetas de garzas y caracolas de muchas humedades, tejidas por descomunales manglares que accidentan la geografía en medios de morichales vencidos por el peso de las frutas redondas y caobas. Mi Pueblo natal se encuentra en la intersección de tres islas con paisajes y llanuras modestas en la que se cultiva el mango con sabor a caramelo. Y siempre el agua con todas sus formas: la lluvia, el rocío, la llovizna, los charcos, las charcas, los arroyos, los ríos, los caños. Todo el conjunto dando a los verdes normando sus magníficas tonalidades. Soy de esta tierra y probablemente me descompondré en ella.

Es por ello, que amo geográficamente al Delta. Esas son las razones por las que ella es mi lujo, brinda la perfecta antítesis de mi cotidianeidad. El Orinoco convertido en Manamo, contra el tropismo mar caribe, las humedades, contra las tierras hiperbóreas y fangosas al borde de la bifurcación deltaica, el sol, contra los siempre ricamente cubiertos azulados cielos, las antiguas virtudes de nuestros ancestros, casi feudales, en cada una de sus islas, donde se puede practicar, casi sin arriesgarse al ridículo, la palabra dada, la amistad, la hospitalidad, la fidelidad y otras riquezas descuidadas y olvidadas por la globalización. Preocupado por imitar la inmoralidad marchita del anglosajón, en el Delta me siento, “silvestre”, encendido, incandescente, contemporáneo de los Presocráticos y de Homero.

En Tucupita, como en los otros Municipios, con sus variadas comunidades he experimentado brevemente el calor, el desierto, el silencio y el espacio, gozo de un tiempo lujoso, en estadía magnificas, mientras tanto el continente vive bajo el principio de un tiempo identificado con el dinero. El Orinoco reactiva el registro de las geórgicas de Virgilio, tiempo prehistórico, en el sentido etimológico de antes de la historia, tiempo de las estaciones de la tierra, de los planetas y del mar, del cosmo y de los alambiques.

Los Guaraos, antiguos pobladores deltaicos, aceptan someterse a él exactamente a la manera del mineral o del vegetal, consintiendo a la necesidad con la voluptuosidad de quien conoce la eternidad engarzada en el uso voluptuoso del presente. Es por ello, que pese a no tener la fantasía del propietario, cuando me da por soñar en las cuatros paredes que podría comprar algún día, me la imagino en Wausa, modesta en su construcción, pero lujosa por la vista. Quisiera poder mirar el río desde una terraza y ver cambiar sus colores, azules, verdes, turquesa, negros, violetas, malvas y grises. Luego, espiar surgidas de las mareas, la aparición de figuras que acechan las toninas y los perros de aguas.

Experimentaré allí, los tiempos magníficos de un contemporáneo de los griegos y los romanos, de los mandingas y de los fenicios, sabiendo recordar que en la época de las primeras huellas, hoy desaparecidas, también se incluían a los aztecas, mayas e incas. Entonces, en la tierra que lindaría con esta  pequeña gran casa, a falta de elementos para embalsamarme, aceptaría una tumba con vista al rio cubierta de barro arcilloso.





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