EDUARDO JOSÉ ESPINOZA ZAPATA
Nacido en la geografía
Deltaica, Sociólogo y Psicólogo Social, egresado de la Universidad del Zulia.
Escritor y Poeta
ingenuo, surgido de la legión de Poetas jóvenes en los años 80 en las calles
del empedrado de Maracaibo.
En los actuales
momentos, está dedicado a las aulas universitarias en la Universidad Politécnica
Territorial Delta del Orinoco de Tucupita y a la construcción de artículos de opinión.
De Filosofía Escéptica,
con una gran carga de desanimo al elogio.
LA
GEOGRAFÍA QUE ME PARIÓ
Soy nativo de una Aldea pegada a la región
selvática. Una tierra de tarjetas de garzas y caracolas de muchas humedades, tejidas
por descomunales manglares que accidentan la geografía en medios de morichales
vencidos por el peso de las frutas redondas y caobas. Mi Pueblo natal se
encuentra en la intersección de tres islas con paisajes y llanuras modestas en
la que se cultiva el mango con sabor a caramelo. Y siempre el agua con todas
sus formas: la lluvia, el rocío, la llovizna, los charcos, las charcas, los
arroyos, los ríos, los caños. Todo el conjunto dando a los verdes normando sus
magníficas tonalidades. Soy de esta tierra y probablemente me descompondré en
ella.
Es por ello, que amo geográficamente al Delta. Esas
son las razones por las que ella es mi lujo, brinda la perfecta antítesis de mi
cotidianeidad. El Orinoco convertido en Manamo, contra el tropismo mar caribe,
las humedades, contra las tierras hiperbóreas y fangosas al borde de la
bifurcación deltaica, el sol, contra los siempre ricamente cubiertos azulados
cielos, las antiguas virtudes de nuestros ancestros, casi feudales, en cada una
de sus islas, donde se puede practicar, casi sin arriesgarse al ridículo, la
palabra dada, la amistad, la hospitalidad, la fidelidad y otras riquezas
descuidadas y olvidadas por la globalización. Preocupado por imitar la
inmoralidad marchita del anglosajón, en el Delta me siento, “silvestre”, encendido,
incandescente, contemporáneo de los Presocráticos y de Homero.
En Tucupita, como en los otros Municipios, con sus
variadas comunidades he experimentado brevemente el calor, el desierto, el
silencio y el espacio, gozo de un tiempo lujoso, en estadía magnificas,
mientras tanto el continente vive bajo el principio de un tiempo identificado
con el dinero. El Orinoco reactiva el registro de las geórgicas de Virgilio,
tiempo prehistórico, en el sentido etimológico de antes de la historia, tiempo
de las estaciones de la tierra, de los planetas y del mar, del cosmo y de los
alambiques.
Los Guaraos, antiguos pobladores deltaicos, aceptan
someterse a él exactamente a la manera del mineral o del vegetal, consintiendo
a la necesidad con la voluptuosidad de quien conoce la eternidad engarzada en
el uso voluptuoso del presente. Es por ello, que pese a no tener la fantasía
del propietario, cuando me da por soñar en las cuatros paredes que podría
comprar algún día, me la imagino en Wausa, modesta en su construcción, pero
lujosa por la vista. Quisiera poder mirar el río desde una terraza y ver
cambiar sus colores, azules, verdes, turquesa, negros, violetas, malvas y
grises. Luego, espiar surgidas de las mareas, la aparición de figuras que
acechan las toninas y los perros de aguas.
Experimentaré allí, los tiempos magníficos de un
contemporáneo de los griegos y los romanos, de los mandingas y de los fenicios,
sabiendo recordar que en la época de las primeras huellas, hoy desaparecidas,
también se incluían a los aztecas, mayas e incas. Entonces, en la tierra que
lindaría con esta pequeña gran casa, a
falta de elementos para embalsamarme, aceptaría una tumba con vista al rio
cubierta de barro arcilloso.
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